GARBANCITO

contes tradicionals per explicar als nens

Ser valientes es importante, pero debemos seguir los consejos de los padres

Había una vez…

…un padre y una madre que tenían un hijo tan pequeñito, tan pequeñito… Que le llamaban Garbancito.

Un día, la madre estaba haciendo la comida y cuando lo tenía todo a punto para cocinar, se dio cuenta de que se le había acabado el azafrán. Garbancito, que estaba por ahí, escuchó que se quejaba y le dijo:

Mamá, si no hay azafrán… Yo puedo ir a comprar.

La madre, escandalizada por la idea, le respondió:

«¿Dónde vas a ir tú, tan pequeño? ¿No ves que, como eres tan pequeñito, la gente no te verá y te podrían pisar?

Pero Garbancito dijo: “¡Mamá! ¡Yo quiero ir a buscar azafrán! Iré cantando y así, aunque no me vean, me escucharán.

Al final, la madre aceptó y le dió una moneda para ir a buscar azafrán.
Así pues, Garbancito salió a la calle y se dirigió hacia la tienda, cargado con la moneda y cantando:

«¡Pachín, pachán, pachón,
mucho cuidado con lo que hacéis!
¡Pachín, pachán, pachón,
a Garbancito no piséis!»

Cuando llegó a la tienda, contento de haberlo conseguido, entró y pidió el azafrán. El dependiente escuchaba una voz y miraba por todos lados, pero no veía a nadie.
¡Eh, que no me veis! Quiero un poco de azafrán.

El dependiente volvió a mirar y vio una moneda que se movía en el suelo. Cogió la moneda y le dejó, a cambio, un poquito de azafrán.
Garbancito salió de la tienda y se fue hacia su casa:

«¡Pachín, pachán, pachón,
mucho cuidado con lo que hacéis!
¡Pachín, pachán, pachón,
a Garbancito no piséis!»

La gente que iba por la calle, viendo un cucurucho de azafrán cantando por la calle, se escondían en los portales.
Cuando llegó a su casa, la madre no se lo podía creer, Garbancito había ido solo a comprar el azafrán y lo había conseguido.
Cuando Garbancito le pidió llevarle la comida a su padre, que estaba trabajando en el campo, la madre dijo que no, el cesto pesaba demasiado y el huerto estaba demasiado lejos. Pero Garbancito no calló hasta que al final lo consiguió. Y, cargado con la cesta de la comida se fue a buscar a su padre, y por el camino iba cantando:

«¡Pachín, pachán, pachón,
mucho cuidado con lo que hacéis!
¡Pachín, pachán, pachón,
a Garbancito no piséis!»

La gente del pueblo, asustada al ver pasar una cesta  que cantaba, se escondía dentro de las casas. Garbancito fue andando hasta que salió del pueblo. Cuando ya llevaba un buen rato caminando, y cuando ya estaba bastante cansado, empezó a llover y, corriendo, Garbancito se fue hacia un campo cercano y se escondió bajo una col suficientemente grande.

Al cabo de un rato, un buey que pastaba por allí, vio la col y se la comió. Y sin darse cuenta, también se tragó al pobre Garbancito que estaba escondido debajo.

Cuando el padre de Garbancito llegó a casa y la madre le preguntó por su hijo, éste dijo que no lo había visto y que, encima, no había podido comer ya que nadie le había llevado el cesto. Anocheció y Garbancito aún no había vuelto a casa. Sus padres, muy preocupados, salieron a buscarlo. Al cabo de un buen rato, en un campo, encontraron el cesto que el Patufet llevaba y, entonces, comenzaron a gritar:

Garbancito… ¿Dónde estás?

Garbancito, que los escuchó al cabo de un rato, respondió: “¡En la panza del buey, donde ni nieva ni llueve!

Pero sus padres no le oían:

Garbancito… ¿Dónde estás?
¡En la panza del buey, donde ni nieva ni llueve!

De golpe, sus padres escucharon la voz de Garbancito y descubrieron donde estaba. Pero… ¿Cómo podían sacarlo de la barriga del buey?

Empezaron a dar de comer al buey. Comida… Y más comida… Y MÁS COMIDA… Y el buey se fue hinchando, hinchando, hinchando…

Tanto que al final se tiró un pedo… ¡Y Garbancito salió!

Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado.




Escrito por: Claudia

Periodista especialista en oci infantil i familiar amb més de 30 anys d'experiència en mitjans.